viernes, 8 de octubre de 2010

7 Deadly Sins





Lujuria

Cuando la sangre rebosa en mis caderas, las chicas corrientes son tan bellas como un erial bajo el crepúsculo. Las esposas aburridas que hablan sobre faldas que desearían comprar son pitias, sobre cuyas lenguas rosadas y afiladas reposa un fuego similar al brandy; mientras, me preocupo de la carne que me llevare a la cama, y de la salsa que probaré esta noche. No pienso ni en el arte, ni en la pobreza, ni en nada útil. Enardecida, no veo la profundidad que tienen las cosas: si el amor es ciego, la lascivia es tuerta.

Gula

Esta es la cala donde las sirenas se deleitan. En esta espuma que surge de un mar amniótico, su canción liquida y sutil supone la ruina de los barcos, sus caderas, cubiertas de espuma, fluctúan. Las mareas son implacables. Ella monta a horcajadas sobre mi cara y pasa a ser una máscara suave y extraña, a través de la cual se atisba una espesura de anémonas. Bebo su uva, su vino; la podredumbre divina mancha mis labios, estoy borracha pero no soy capaz de decir “BASTA”.

Avaricia

Sé que existen ostras que no fallarán a la hora de dar como fruto una perla; un vellocino de oro que arco nunca encontró; unas campanas suaves de bronce pulido donde arden los rubíes; y unos huevos fabricados en plata…Gracias a esta riqueza que obtenemos fácilmente, a este lujo hecho de sudor, podemos despreocuparnos de todo depósito y retirada de efectivo; y gastar alegremente. Seamos ricos en el amor, y burlémonos de los pobres como si fuéramos unas mujerzuelas gordas y satisfechas de sí mismas.

Pereza

He de levantarme. Las sabanas son banderas que han quedado pisoteadas tras unas guerras espléndidas; cada escaramuza las ha manchado, cada retirada las ha desmejorado. No puedo yacer aquí, con las almohadas desplomadas y arrugadas cual ovejas inconscientes. En algún lugar me necesitan, necesitan mis manos y mi ingenio, no mis labios, ni mi vientre ni mi lengua, a quienes aquí si les espera. Este colchón me pide que le dé un descanso. Pero ¿cómo puedo trabajar, si me encuentro exhausta debido a esta indolencia?

Ira

Me vitupera furiosa como la legendaria Hécate, su mirada denota que está que echa chispas cual olmo quemado, encendida por el fuego del rencor. Promete que me arrancara la piel de la espalda a tiras mientras cierra esos puños que se mueven como serpientes, cual fieros flagelos. Jura que me hará sufrir unos tormentos ante los cuales el mismísimo Nerón palidecería. Si me encuentra, me matara con toda seguridad, me aplastará la columna con su tacón perfumado. Me domina el miedo y me escondo, y presa de un éxtasis provocado por el terror, temo que no me encuentre.

Envidia

Nadé, mientras la sal manaba, sobre aquel nido de rizos que había lamido con amor. Sostuve en las manos esos pechos más pálidos que el requesón y ya no deseé nada más. Ni siquiera emitió queja alguna mi lamprea reluciente, que husmeaba entre tus corales rosas. Sentí toda la dicha del mundo hasta que sonreíste, entonces toda satisfacción voló. Envidié lo que eras, lo que yo nunca podría ser: aquel ser que debajo de mi yacía tumbado, penetrado y venerado.

Soberbia

Sí, ella me adora, pero yo no me voy a arrastrar tan bajo. Jura que esas piernas de alabastro se abren solo para mí. Pero yo pongo reparos a tal afirmación: esquivo su vientre suave como el talco y desdeño un trasero que sonrojaría a la mismísima Calipigia. Con una mirada que solo sabe reposar en mí, me promete únicamente su exquisita desnudez. Con frialdad, giro la cabeza; menospreciando a alguien que quiere llevarme a la cama.


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